En Michoacán, el Ejército Mexicano ve todo, sabe todo, y no hace nada. No evita la extorsión, no evita los asesinatos, pese a saberlos. En la más reciente edición de Latinus, el periodista Carlos Loret exhibió los documentos del hackeo que el grupo Guacamayas hizo en las entrañas de la Defensa Nacional. Reveló unos informes, recientes, del actuar de la milicia asentada en la 43 Zona Militar, con sede en Apatzingán.
Según el periodista, los militares saben que los grupos delictivos que operan en esa región compran armas y municiones, en un negocio que está frente a la propia sede, para ser trasladadas a La Ruana, comunidad de Buenavista. “Así de claro tiene el Ejército cómo se mueve el armamento en Michoacán. Saben quién adquiere y qué adquieren y a dónde lo llevan”, resumió.
Documentos oficiales revelan que el ejercito tiene conocimiento de en donde compran las armas los miembros del crimen organizado, inclusive conocen que armas y quienes son los compradores. A pesar de lo anterior, las fuerzas armadas nunca han hecho nada.
